Siguiendo con el tema de las redes de sensores planteado en el post anterior, hoy nos centraremos en el ámbito del medio ambiente, ya que, si existe un sector potencialmente beneficiado por las redes de sensores, ese es éste.
Gracias a la miniaturización de los dispositivos y las redes inalámbricas se han hecho posibles actuaciones tales como la monitorización de grandes regiones del medio natural, el estudio de las condiciones de determinados ecosistemas, el análisis de las conductas de ciertos animales o plantas sin modificar su hábitat o la previsión del comportamiento del planeta (movimientos tectónicos, corrientes marinas, etc.. ).
Este tipo de redes pueden ser utilizadas también en la detección de fuegos en bosques. Los nodos, que se colocan de forma densa y estratégica pero a la vez aleatoriamente, son capaces de deducir el origen del fuego antes de que este se propague de forma incontrolada.
Otros ejemplos de este tipo de aplicaciones, orientados en este caso hacia la agricultura de precisión son la monitorización del nivel de pesticida en el agua de regar, el grado de erosión del suelo, la calidad del aire, la polución del entorno o la detección de agentes químicos externos, todo ello en tiempo real.
Tipos de sensores utilizados
Los sensores más utilizados en las aplicaciones medioambientales son los de luz, humedad ambiental y del suelo, temperatura, velocidad del viento, presión barométrica y radiación solar. Además presentan la opción de poder ser equipados con métodos de aprovechamiento de energía como células solares de forma que los nodos pueden estar trabajando durante meses o incluso años.
Este tipo de redes, además, también pueden conectarse a Internet posibilitando la observación de los resultados y recopilación de la información de manera remota. La densa red y su intercomunicación permiten salvar los obstáculos físicos presentes en toda comunicación inalámbrica como podrían ser, en este caso, los árboles y el follaje.